De entrada, a todos los que aducís (con razón) que haciéndonos eco de estas majaradas no hacemos más que alimentar el fenónemo Esteban, deciros que tenéis razón. Es cierto. No deberíamos ni nombrarla, mucho menos dedicarle una portada.
Pero qué queréis. Somos esclavos de la sociedad. Debemos reflejar sus inquietudes. Y cuando, en una arriesgada propuesta alternativa de más enjundia cultural, el consejo de redacción propuso dedicar la portada a la rara belleza del lepidóptero alpino, se toparon con el rechazo frontal de kiosqueros, linotipistas y del mismo editor jefe, que amenazó con volver a sustituirles a todos por los chimpancés que tan bien dirigieron la empresa entre 2007 y 2008.
Así que era Belén Esteban o crisis. Si es que una cosa puede separarse de la otra. Porque para que encuestas serias afirmen que si Belén Esteban se presentase a las elecciones, sería la tercera fuerza política, el país ha de estar en una crisis seria. No económica, sino neuronal.
¿O no? ¿Quizá el voto Esteban no sería un ejercicio de dadaísmo electoral, sino un voto de castigo a nuestros políticos? Bueno, pues mejor no castigarles así. Porque harán lo mismo que cuando les castigamos con la abstención: decir que este aviso de la población les obliga a una profunda reflexión, reflexionar dos segundos y seguir con sus mierdas. Y encima, habremos colado a otra analfabeta gritona en el Congreso, cosa que castigará a los diputados y a nuestras conciencias, cada vez que hable. Nos habrá salido el castigo por la culata.
En fin: ¿cómo sería una España bajo la Belentroika? López Rubiño se ha tomado un tripi y lo ha visto claro. Y Oroz, más que nada por experimentar, le ha acompañado en el viaje y ha traído el merchandising de la campaña.
«El Jueves»
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