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jueves, 21 de junio de 2012

Los medicamentos

Vengo del médico y me ha fastidiado el día. 
¡Pues no me ha dicho que no tengo nada! 
¿Qué sabrá él? Va el tío y me dice que no 
tengo que tomar ningún medicamento, que 
estoy sanísimo… ¡Pues claro que estoy 
sanísimo! ¡Porque tomo medicamentos!
 A mí es que los medicamentos me dan mucha
 seguridad. ¿A ustedes no les parecen una 
maravilla? Son lo más parecido a un milagro:
 tú te tomas una pastilla… ¡y se te quita el dolor 
de cabeza! Ella se toma otra… ¡y ya no se queda 
embarazada! ¡Y tú te tomas otra… y se te pone dura!
 No me dirán que esto no es un milagro… ¿Cómo sabe 
una Aspirina así de pequeña, a qué parte del cuerpo 
tiene que ir? Te tomas una Aspirina, llega al estómago…
 Buenaaasss, ¿es aquí el dolor? - No, eso va a ser en el 
piso de arriba, en la cabeza, al lado del hipotálamo, allí 
pregunte usted por “migraña”. ¡Oye… y llega! A mí me 
preguntan dónde está el hipotálamo, y… ¡Ni de coña! 
¡Las pastillas son la leche! Las que más me gustan son 
las blancas, son tan sobrias, no sé… parece como que 
curan más. Las cápsulas las encuentro frívolas… me dan 
la impresión de que son demasiado chillonas… ¿verdad? 
Siempre me pregunto, ¿para qué gastarán en ponerles 
colorines a las cápsulas si en el estómago no tenemos ojos? 
Que se fijen en los supositorios: a nadie se le ha ocurrido 
hacerlos de colores, como los helados… Todo el mundo 
sabe que por muchos colorines que les pongan… con el 
tercer ojo no se pueden leer novelas. Además, hay 
enfermedades en las que se toman medicamentos 
riquísimos. Los constipados, por ejemplo. ¡Lo jarabes 
de los constipados están de muerte! Yo creo que en 
invierno deberían servirlos en los bares: - ¡Ponme un 
chupito de Bisolvon… y un expectorante pa’ todos, que 
un día es un día! -  ¿Y las Aspirinas infantiles? ¡Están 
mejor que los caramelos! Lo que no entiendo es por qué 
a las de adultos les cambian de sabor. Otra cosa que no 
entiendo: ¿quién les pone los nombres a los medicamentos? 
Para mí que son dos tíos: uno que tiene las ideas muy claras 
y les pone a los medicamentos nombres que te dan pistas de 
para qué sirven: Peusek, Evacuol, Mucosán… Y otro tío que 
va de creativo y se inventa marcas como Seroxat, Clamoxyl, 
Atarax, Augmentine… Que, claro, uno se pregunta: 
¿Qué aumenta el Augmentine? ¿Se vende junto con la Viagra? 
Si es que son ganas de complicar las cosas.... El bicarbonato 
por ejemplo, ¿por qué no le llaman Eructol?... o los supositorios,
 ¿por qué no se llaman Son-pal-cul?... Y, ya puestos, al Hemoal 
que le llamen Almorranón. Otra cosa que me encanta de los 
medicamentos es el prospecto. A veces con sólo leerlo y ver la 
cantidad de cosas que cura, ya me siento mejor. Bueno, menos 
con los prospectos de los tranquilizantes. Porque te pones a leer
los efectos secundarios y… “Este medicamento le puede producir
 mareos, temblor, cefalea, insomnio con ansiedad y depresión,
visión borrosa, sequedad en la boca, estreñimiento, taquicardia…”
  Pero, ¿cómo puede eso tranquilizar a alguien? Bueno, y si nos 
ponemos a criticar… Hay un medicamentos que a mí me ponen 
muy nervioso: Las gotas, por ejemplo. No se conoce a nadie que 
haya conseguido echarse el número de gotas que le dice el médico. 
Porque, ¿cómo lo haces? Tienes la cabeza de lado, el cuentagotas 
arriba… Y ahora… ¿Cómo cuentas las gotas? Al final acabas:- Uno, 
dos, tres chorro, cinco, seis, chorro… doce… Eso sí, cuando uno 
está realmente mal, no hay nada como las inyecciones. Lo que pasa 
es que da un poquitin.. de miedo. Yo además tengo la mala suerte de 
que siempre que voy a pincharme, me toca el 'practicante'; o sea, ¡el 
que quiere practicar con mi culo! ¡Joder, si quiere practicar, que
 practique con el culo de su padre, y luego que venga!Lo que pasa es 
que como estás muy mal, dices: “Vamos pa’adelante”. Te bajas los 
pantalones… el tío se pone a tu espalda… ¡Y no hace ruido! 
¿Qué estará haciendo? ¿Se habrá ido? No, porque de pronto te dice… 
- Relaje la nalga… ¿Como que relaje la nalga? Mire usted, yo con el culo
 al aire y un tío por detrás… ¡No me relajo nunca! Aunque, no nos
 engañemos: Duele, pero un jeringazo es mano de santo. Y es que 
los medicamentos te hacen la vida más fácil. Por eso nos resistimos 
a tirarlos. Y llega un momento en que con sólo mirar el armario de las
 medicinas se puede saber la vida de una persona. En fin, que… 
¿Saben lo que les digo? Que en vez de dejar de tomar medicinas,
 lo que voy a hacer es dejar de ir al médico. Y así me tomo lo que quiero.

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